O lo que es lo mismo, bendecida.
Y es que a veces, aunque soy tendente al pesimismo, no puedo más que dar las gracias por lo que tengo.
No es que me me haya pasado nada destacable, simplemente es que puedo decir que tengo una familia que me quiere, unos amigos de una calidad insuperable, tengo trabajo y una casa en la que dormir, con calefacción y todas las comodidades que no he tenido en otras épocas de mi vida. Y no hay que darlas por hecho, de un día para otro la vida gira, da un cambio, y dónde antes tenías lo más importante, la salud, deja paso a la enfermedad y todo se convierte en secundario.
He estado en todos los procesos que se pueden vivir. Excepto el de ser madre.
He estado arriba, creyéndome la mejor, insuperable, con muchos pajaritos en la cabeza y claro, lo que está arriba...baja. También he estado abajo, muy abajo, y siempre, digo bien siempre, he tenido alguien que me ha ayudado. Sin pedirlo, sin esperarlo, porque sí.
En apariencia soy una persona muy extrovertida, abierta, afable, sin embargo, también existe la parte introvertida, hermética, alejada de la gente. A veces me cuesta equilibrarlas, imagino que quizá nos pase a todos.
Me he pasado años observando a la gente, mientras aparento una alegría a veces incluso infantil o desmedida, producto de los nervios, y no se me da mal hacer perfiles, escudriñando los resquicios, sacando lo profundo, abrazando sus fantasmas porque, siendo sincera, todos tenemos fantasmas y muertos en los armarios.
Yo tengo unos cuantos. Y no tengo problemas en confesarlos, porque también forman parte de mi y me han hecho ser quién soy, llegar hasta aquí.
He tenido épocas muy oscuras, duras, situaciones que me han hecho vivir y situaciones que he creado propias de pesadilla. Las abrazo. A todas y cada una.
Evidentemente si algún afectado lo lee, lamento el daño que haya podido causarle, pero si sigues en mi vida es por algo, y, si no estás, no estuve o no estuviste a la altura y somos humanos, a veces esas cosas pasan. Si se quedo algo pendiente mi puerta siempre estará abierta y disfrutaré como una niña pequeña, no tengas vergüenza y sal a mi encuentro. Con una cerveza y un abrazo. Sino vete por dónde has venido, que nadie te obliga.
Pero tras tanta divagación, todo iba sobre sentirme bendecida. Y cada porción de ello merece ser elogiado.
Tengo una madre fabulosa. Es fuerte. Es algo misteriosa y hermética, con un halo apocado, pero con una bondad INFINITA. Es sensible y puede ser frágil si le tocas algunas teclas que son evidentes. No es una madre "normal", ya hablé de ello, no me aconseja, sermonea, da lecciones de vida esenciales ni nada así. Pero me enseña cada día, en su silencio (roto siempre por lo que casca conmigo), su cocina, sus ojos con su mirada incluso triste, su presencia. No tendré vida para agradecer todo lo que he recibido sin que lo sepa.
También tengo unas hermanas admirables. Las tengo en un pedestal. A cada una de ellas, por diferentes motivos. Todas hasta nuestra edad adulta pasamos por idéntico camino, pero ellas eran más fuertes, son un espejo en el que poder mirar y sentir orgullo. Son fuertes, luchadoras, buenas, duras cuándo se ha de ser y, en cada momento de mi vida, han estado brindándome su amor.
Por otro lado están mis amigos. Algunos por los años y por las circunstancias forman parte de mi familia. Curiosamente, no cumplo aquello de "se pueden contar con la palma de una mano". Tengo la suerte de poderlos contarlos en mayor número, y no es un decir, ni un querer adolescente, ya que los años lo han demostrado.
Acabo de comprarme casa, he vuelto a mi barrio cómo quería (la otra opción, Juslibol, no tenía ninguna disponible, pero allí acabaré si llego a ser vieja, viendo amaneceres y atardeceres entre naranjas y morados, con Zaragoza debajo y el Moncayo de fondo) y me voy encontrando gente que fue conmigo a clase, al colegio, al instituto, de fiesta. Cómo cambiamos! Se me hace difícil explicar que aunque sigo siendo una lianta de mucho cuidao', ya no soy la misma persona, soy mejor persona.
Cómo dice la canción de Mecano, y para acabar, "sin entrar en pormenores, yo sé hacer cosas mejores".
lasmovidasdechiviusa
domingo, 29 de diciembre de 2019
lunes, 23 de diciembre de 2019
Retomando
Hoy he releído todo lo que había escrito, llevaba mucho sin escribir, no porque no tuviera rollo que soltar, más bien por omisión.
Ojalá pudiera tener una grabadora en la cabeza, mientras conduzco tengo pensamientos brillantes, en la cama cuando me dispongo a dormir divago entre fantasías, mientras me ducho en el gimnasio o cuándo me meto al jacuzzi y sólo oigo el burbujeo del agua...ahí, en esos momentos, a veces rozo la genialidad. El resto, como incluso lo anterior, me acaba pareciendo que no está a la altura.
Mañana en Nochebuena, y comenzamos con aquello de hacer balance del año pasado, de cómo queremos que sea el que viene, metas, agradecer lo que tenemos, etc.
Bien, este 2019 para mí ha marcado un antes y un después.
Perdí a una gran amiga y perdí a mi gata. Ambas con una semana de diferencia. A lo que habría que sumar una situación sentimental complicada.
Desde entonces he estado balanceándome.
No he hablado mucho del tema, y tampoco sé si este es el lugar para hacerlo, pero allá vamos.
Después de haber pasado un cáncer de hígado con operación para dejarle el mínimo vital, un dolor de espalda supuso el peor de los diagnósticos: metástasis en pulmones. No había nada que hacer y mi amiga sólo podía tener cuidados paliativos. Digiere la noticia. Asume que te vas a morir en semanas.
Tuvimos que hacer todos los preparativos para ese momento, elegir funeral, dejar administrador de cuentas como Facebook, correo, Whatsapp, despedirte de la gente, a muchos sin decirles que era la última vez que los veías y, día tras día, ir dejando paso a los chutes de morfina, a las llamadas al médico para buscar ayuda para los dolores, a saber que eran los últimos momentos que existías...
Con 35 años.
Yo mentía por hacerle sentir bien. Me dejaba las indicaciones de lo que quería y lo que no. Mirábamos las fotos que quería borrar, las que quería que tuviese esta o aquella persona, reíamos cómo si no existiera la cuenta atrás. Pero existía. Y algo en mí se rasgó.
Fue un gran apoyo en otras épocas. Vivía en mi bloque de apartamentos cuándo me fui a vivir a un pueblecito, también era de mi barrio, y estuvo ahí cuándo pasé una época muy mala por temas sentimentales y laborales.
Ella ahora me admiraba. Decía que era su ídolo. Lo que no sabrá es que quien la idolatra soy yo.
Días antes había tenido que tomar la decisión más difícil que he tenido que tomar. Decidir si alguien vive o muere no debería de ser algo que tengamos que hacer. Es como jugar a ser Dios, y yo no lo soy, ni querría serlo.
Me tocó hacerlo con mi gata. Llevábamos 20 años juntas, y nada de lo que pueda decir o escribir podrá describir lo que sentía por ella. Decidí hacerlo en casa, y cavar un hoyo en el terreno de mi madre para enterrarla, cosas que tuve que organizar previamente. No lo recomiendo.
Llevaba casi dos años haciendo de enfermera, teniendo que inyectarle suero diariamente porque no le funcionaban los riñones, también había tenido dos momentos en los que casi muere en los que hubo que dejarle colocadas sondas de alimentación y cada 3 horas tenía que darle de comer papilla templada.
Y, de repente, un bulto en una mama. Como un guisante, ahí estaba, no lo había tocado antes. Como resultado el peor de los pronósticos, carcinoma. En cuestión de semanas el guisante se convirtió en una pelota ulcerada, a la que había que hacerle dos curas al día.
Aún así no se rendía. Me buscaba pidiendo mimos, quería vivir, pero su cuerpo se fue consumiendo, y yo fui alargando lo que no tenía ovarios a decidir.
Desde entonces me he mantenido a flote. Tuve un bajón muy grande semanas después, pero también tuve a mucha gente preocupándose por mí, por lo que no tuve más remedio que reponerme, no podía dejar así a mis fans.
A día de hoy sigo echándolas de menos, aunque no lo publique en Facebook con grandes estados trasncendentales. Mi alma ha perdido un poquito de peso, pero siempre he sido más bien delgadita.
Ojalá pudiera tener una grabadora en la cabeza, mientras conduzco tengo pensamientos brillantes, en la cama cuando me dispongo a dormir divago entre fantasías, mientras me ducho en el gimnasio o cuándo me meto al jacuzzi y sólo oigo el burbujeo del agua...ahí, en esos momentos, a veces rozo la genialidad. El resto, como incluso lo anterior, me acaba pareciendo que no está a la altura.
Mañana en Nochebuena, y comenzamos con aquello de hacer balance del año pasado, de cómo queremos que sea el que viene, metas, agradecer lo que tenemos, etc.
Bien, este 2019 para mí ha marcado un antes y un después.
Perdí a una gran amiga y perdí a mi gata. Ambas con una semana de diferencia. A lo que habría que sumar una situación sentimental complicada.
Desde entonces he estado balanceándome.
No he hablado mucho del tema, y tampoco sé si este es el lugar para hacerlo, pero allá vamos.
Después de haber pasado un cáncer de hígado con operación para dejarle el mínimo vital, un dolor de espalda supuso el peor de los diagnósticos: metástasis en pulmones. No había nada que hacer y mi amiga sólo podía tener cuidados paliativos. Digiere la noticia. Asume que te vas a morir en semanas.
Tuvimos que hacer todos los preparativos para ese momento, elegir funeral, dejar administrador de cuentas como Facebook, correo, Whatsapp, despedirte de la gente, a muchos sin decirles que era la última vez que los veías y, día tras día, ir dejando paso a los chutes de morfina, a las llamadas al médico para buscar ayuda para los dolores, a saber que eran los últimos momentos que existías...
Con 35 años.
Yo mentía por hacerle sentir bien. Me dejaba las indicaciones de lo que quería y lo que no. Mirábamos las fotos que quería borrar, las que quería que tuviese esta o aquella persona, reíamos cómo si no existiera la cuenta atrás. Pero existía. Y algo en mí se rasgó.
Fue un gran apoyo en otras épocas. Vivía en mi bloque de apartamentos cuándo me fui a vivir a un pueblecito, también era de mi barrio, y estuvo ahí cuándo pasé una época muy mala por temas sentimentales y laborales.
Ella ahora me admiraba. Decía que era su ídolo. Lo que no sabrá es que quien la idolatra soy yo.
Días antes había tenido que tomar la decisión más difícil que he tenido que tomar. Decidir si alguien vive o muere no debería de ser algo que tengamos que hacer. Es como jugar a ser Dios, y yo no lo soy, ni querría serlo.
Me tocó hacerlo con mi gata. Llevábamos 20 años juntas, y nada de lo que pueda decir o escribir podrá describir lo que sentía por ella. Decidí hacerlo en casa, y cavar un hoyo en el terreno de mi madre para enterrarla, cosas que tuve que organizar previamente. No lo recomiendo.
Llevaba casi dos años haciendo de enfermera, teniendo que inyectarle suero diariamente porque no le funcionaban los riñones, también había tenido dos momentos en los que casi muere en los que hubo que dejarle colocadas sondas de alimentación y cada 3 horas tenía que darle de comer papilla templada.
Y, de repente, un bulto en una mama. Como un guisante, ahí estaba, no lo había tocado antes. Como resultado el peor de los pronósticos, carcinoma. En cuestión de semanas el guisante se convirtió en una pelota ulcerada, a la que había que hacerle dos curas al día.
Aún así no se rendía. Me buscaba pidiendo mimos, quería vivir, pero su cuerpo se fue consumiendo, y yo fui alargando lo que no tenía ovarios a decidir.
Desde entonces me he mantenido a flote. Tuve un bajón muy grande semanas después, pero también tuve a mucha gente preocupándose por mí, por lo que no tuve más remedio que reponerme, no podía dejar así a mis fans.
A día de hoy sigo echándolas de menos, aunque no lo publique en Facebook con grandes estados trasncendentales. Mi alma ha perdido un poquito de peso, pero siempre he sido más bien delgadita.
sábado, 17 de noviembre de 2018
Cuento
Os voy a contar un cuento. Me lo contó el otro día una mujer que me conoce desde que llegué a este mundo. Es una historia que no conocía:
Erase una vez (adoro ese comienzo de los cuentos) una mujer gris, callada, hermética. Esta mujer, llevaba una vida bastante sufrida, había nacido en una familia que lo perdió todo por la guerra, venida menos, con muchos hermanos. Dado el número en el que llegó, la primera de las mujeres, le tocó ser la que ayudase en casa, la mano derecha de su madre para todo, ya que su madre tuvo 12 partos.
Creció sin grandes lujos, sin grandes emociones y como resultado su carácter fue muy introvertido.
Esta mujer pasó varias situaciones muy difíciles y, con 20 años, tuvo a su primera hija.
Trabajaba para llevar dinero a casa, llegaba a casa cuando el sol se ponía y tenía una hija que atender.
Tuvo 3 hijas más, y con cada una de ellas su vida entraba en mayores dificultades.
Tenía trabajos muy precarios, sin contratos, con muchas horas que no se le pagaban y llegaba a casa y tenía que preparar comidas, cenas, limpiar, etc.
Sus hijas le ayudaban, pero como niñas que eran, a veces no eran conscientes de todo el peso que soportaba la mujer, de cuándo tendrían que haber callado, o haber ayudado más, o no pelearse, o no tener berrinches.
La parte del cuento no conocida y descubierta ahora es que esa mujer casi cada noche se pasaba hasta las 2-3 de la mañana fregando a mano con agua fría. Y 4 hijas (más 2 adultos) pequeñas son mucha ropa sucia. Más con esas hijas que no paraban.Y sus manos, curtidas, gruesas, fuertes eran producto de todas estas situaciones.
Esa mujer cada mañana se levantaba a las 6-7 de la mañana para irse a trabajar, teniendo que confiar en que sus hijas serían responsables y se cuidarían la una a la otra. Volvía de trabajar y le tocaba trabajar en casa.
Esta parte del cuento descubierta consiste en un regalo de una vecina.
La vecina conocía la historia de la mujer ya que era conocida por todos en ese lugar, y un día tuvo un problema con su lavadora. La lavadora lavaba pero no aclaraba bien.
Se compró una nueva, y decidió que tenía que darle la que no aclaraba a esa mujer, ya que así al menos sólo tendría que aclarar y se evitaría estar frotando.
Para la vecina fue un acto sin más, no le costaba nada, y para la mujer, imagino, una mezcla entre vergüenza y gratitud infinita por ayudarle.
Bien, pues esta mujer, es mi madre.
Y este cuento, parte de la historia de mi vida, que evidentemente no recuerdo porque era muy pequeña.
Este cuento, contado como una cosa anecdótica sin importancia al preguntarme por mi madre en mi barrio, a mi me dió mucha pena y mucho orgullo.
A veces me frustro porque no es la típica madre que esperas tener o que ves que los demás tienen, no es cariñosa (lo era a su manera, que era tirarte del pelo, pellizcarte o cosas así que molestaban), no recuerdo que nos dijese un te quiero, no nos aconsejaba ni nos preguntaba cómo estábamos, ni que tal el cole o con los amigos ni era alguien que te diese un discurso o sermón sobre nada.
A veces es vulnerable psicológicamente e invertimos los papeles y yo parezco su madre.
Esta mujer se merece todo lo bueno que la vida pueda ofrecer, es leal, honesta, sencilla, fiel, buena, servicial, sensible. Tiene una inteligencia callada, observadora, sin crear conflictos ni sobresaltos, con un carácter lineal.
Me crié entre mujeres muy fuertes, a las que admiro, sin más.
Erase una vez (adoro ese comienzo de los cuentos) una mujer gris, callada, hermética. Esta mujer, llevaba una vida bastante sufrida, había nacido en una familia que lo perdió todo por la guerra, venida menos, con muchos hermanos. Dado el número en el que llegó, la primera de las mujeres, le tocó ser la que ayudase en casa, la mano derecha de su madre para todo, ya que su madre tuvo 12 partos.
Creció sin grandes lujos, sin grandes emociones y como resultado su carácter fue muy introvertido.
Esta mujer pasó varias situaciones muy difíciles y, con 20 años, tuvo a su primera hija.
Trabajaba para llevar dinero a casa, llegaba a casa cuando el sol se ponía y tenía una hija que atender.
Tuvo 3 hijas más, y con cada una de ellas su vida entraba en mayores dificultades.
Tenía trabajos muy precarios, sin contratos, con muchas horas que no se le pagaban y llegaba a casa y tenía que preparar comidas, cenas, limpiar, etc.
Sus hijas le ayudaban, pero como niñas que eran, a veces no eran conscientes de todo el peso que soportaba la mujer, de cuándo tendrían que haber callado, o haber ayudado más, o no pelearse, o no tener berrinches.
La parte del cuento no conocida y descubierta ahora es que esa mujer casi cada noche se pasaba hasta las 2-3 de la mañana fregando a mano con agua fría. Y 4 hijas (más 2 adultos) pequeñas son mucha ropa sucia. Más con esas hijas que no paraban.Y sus manos, curtidas, gruesas, fuertes eran producto de todas estas situaciones.
Esa mujer cada mañana se levantaba a las 6-7 de la mañana para irse a trabajar, teniendo que confiar en que sus hijas serían responsables y se cuidarían la una a la otra. Volvía de trabajar y le tocaba trabajar en casa.
Esta parte del cuento descubierta consiste en un regalo de una vecina.
La vecina conocía la historia de la mujer ya que era conocida por todos en ese lugar, y un día tuvo un problema con su lavadora. La lavadora lavaba pero no aclaraba bien.
Se compró una nueva, y decidió que tenía que darle la que no aclaraba a esa mujer, ya que así al menos sólo tendría que aclarar y se evitaría estar frotando.
Para la vecina fue un acto sin más, no le costaba nada, y para la mujer, imagino, una mezcla entre vergüenza y gratitud infinita por ayudarle.
Bien, pues esta mujer, es mi madre.
Y este cuento, parte de la historia de mi vida, que evidentemente no recuerdo porque era muy pequeña.
Este cuento, contado como una cosa anecdótica sin importancia al preguntarme por mi madre en mi barrio, a mi me dió mucha pena y mucho orgullo.
A veces me frustro porque no es la típica madre que esperas tener o que ves que los demás tienen, no es cariñosa (lo era a su manera, que era tirarte del pelo, pellizcarte o cosas así que molestaban), no recuerdo que nos dijese un te quiero, no nos aconsejaba ni nos preguntaba cómo estábamos, ni que tal el cole o con los amigos ni era alguien que te diese un discurso o sermón sobre nada.
A veces es vulnerable psicológicamente e invertimos los papeles y yo parezco su madre.
Esta mujer se merece todo lo bueno que la vida pueda ofrecer, es leal, honesta, sencilla, fiel, buena, servicial, sensible. Tiene una inteligencia callada, observadora, sin crear conflictos ni sobresaltos, con un carácter lineal.
Me crié entre mujeres muy fuertes, a las que admiro, sin más.
miércoles, 14 de noviembre de 2018
Niebla
¿Hay algo más maravilloso que la niebla? (Sí, posiblemente muchas cosas, lo sé).
La climatología es algo fantástico, nos abriga, nos sacude, nos agobia y nos mece.
Y aquí, en mi ciudad, la niebla debido al río es densa, con mucho cuerpo y te hace sentir abrazado por ella.
Hoy he pensado que echo de menos la niebla. Los paseos entre ella, en soledad, sin que nadie te observe. Y todo ello me ha hecho divagar sobre la mejor amiga del mundo, la mejor novia, la dulce soledad.
Soy un ser bastante diferente, de forma inherente, me gustan cosas no convencionales. La niebla, los días nublados, la lluvia, el frío, la soledad...
Hoy hablaba con una amiga mientras viajábamos en coche, me preguntaba por mi vida (sobre todo por un aspecto concreto de mi vida) y, aunque he salido del paso magistralmente, me ha hecho pensar.
Y he llegado a casa. En mi soledad, dónde me planteo las cosas, dónde repaso mis actos y someto todo a juicio.
He abierto el pc, no tenía muy claro qué hacer, si ver una peli, si leer el periódico y fum! he decidido ver fotos de mi adolescencia.
Casi como guiado, he acabado cogiendo un disco duro, para ver fotos familiares antiguas escaneadas, joyas absolutas. Divagando, escudriñando cada gesto de cada persona, cada sonrisa, profundizando en sus miradas, en busca de su felicidad.
Tengo un gran defecto. Bueno, tengo miles, no nos engañemos. Pero uno muy marcado (aparte de mi tozudez, mi constante ironía, mi verborrea nerviosa, etc, etc, etc), me monto pelis sobre la vida de la gente. Me paso de rosca y llego al punto que siento como propios los avatares de los que identifico como "sufridores". Soy capaz de repasar vivencias propias o ajenas hasta el detalle mínimo, buscando respuestas (muy pocas, por no decir nunca, llegan), intentando comprender, darle sentido.
Soy una jueza de la vida. Sin que me llamen y sin que tenga por qué. Simplemente por un sentimiento interno que me quema, no soporto la injusticia. A veces he perdido los papeles por meterme donde se supone que no me llaman, o eso dicen. Tengo un sentimiento mayor que el miedo a que me pase algo a mi, el de ayudar a otra persona.
No soporto lo de mirar hacia otro lado. Esta sociedad egoísta, cruel, individualista, nos ha hecho que sólo nos preocupemos por nuestro círculo más pequeño, a veces sólo en nosotros mismos. Vaya puta mierda.
Este fin de semana salí con mi familia y me dejó fatal observar como un anciano se propasaba con una mujer que a mi juicio tenía alguna deficiencia psíquica. Y así fue. Y tal cómo se comprobó, procedí a meterme dónde no me llamaban para decirle al "caballero" que era una puta vergüenza, que me daba asco y que le estaría observando tooooda la noche. Elena, que así se llamaba la mujer, no comprendía la situación que yo estaba observando con total claridad.
Todos los veíamos, pero nadie hacía nada, nadie se acercó siquiera a preguntarle si estaba bien, si le estaba incomodando o si necesitaba ayuda. Esa es nuestra sociedad.
Tampoco soy un ángel, que también hay que dejarlo claro. He tenido años en los que gestionaba muy mal mis emociones y me superaban, dejándome arrastrar por sentimientos negativos y convirtiéndome en ocasiones en una persona tóxica.
Me costó mucho recuperar la esencia de nuevo, volver al sendero, y busqué aliviarme a través de las experiencias mundanas. No me sirvió de expiación (pero que me quiten lo bailao'), así que empecé a trabajar en mi. Hasta pasarme de nuevo de rosca, he de decir, y convertirme en un peñazo de persona.
¿Alguna vez habéis tenido lo que queríais de verdad? ¿Y no os daba tanto miedo perderlo que lo perdíais por gilipollas? A mi esto me pasó dos veces. No estoy hablando de algo sentimental ya que de hecho en un caso nada tiene que ver con esto, es algo que va más allá. Es algo puro, intenso, más allá de lo físico y material.
La primera vez era una capulla integral. La segunda una capulla integral atormentada.
Ahora soy una capulla igualmente, qué esperabais.
La primera vez nunca verbalicé una emoción. Todo era acción/reacción. Me sentía inferior a esta persona y era un regalo que me quisiese de esa forma tan pura. Con los años agradezco tener de nuevo este regalo en mi vida. De una forma más pausada, fluyendo, sin ninguna necesidad, sin tener que aparentar no ser la capulla que soy. Es una persona maravillosa que sigue tal y cómo éramos de adolescentes. No ha cambiado nada.
La segunda vez fue una mezcla entre un desastre y algo sobrenatural. Aunque claro, cada persona lo vive de una forma distinta, por lo que seguramente lo cataloguen como otra puta mierda pasajera y sin mayor trascendencia. Todo puede ser.
Esta vez la cagué aún más. Esta vez sí era sentimental. La primera vez que me enamoraba, y qué amor! Me superó y acabé convirtiéndome en todo lo que odio.
La gente guay, equilibrada, sana y chanchiguanchi de la vida, olvida lo malo, se queda con lo bueno y pasa página sin martirizarse. Pues que os jodan cabrones que yo no lo supe hacer.
No tengo palabras que puedan describir, siquiera esbozar mínimamente lo que sentía. Amaba totalmente su persona, creía que eso tenía que ser cosa de magia, del Universo, o qué sé yo, ya que era imposible que se pudiese vivir algo así, ese sentimiento no era humano, trascendía cualquier dimensión. Y que fuese recíproco, coincidir en tiempo y espacio, de la misma forma. Poder hablar de nuestros sentimientos con alguien a quién amaba así, sin vergüenza, de forma plena, sincera...indescriptible.
Cómo todo, tenía sus cosas que yo no quería ver, ya que siempre soy de no querer ver, y era un "fregao`" épico. Ya no mi cabeza, que también sería para tres libros aparte, sino el marrón que se veía venir. Que cualquiera hubiese visto y se hubiese pirado, siguiendo con sus fiestas, sus amigos y su vida como hasta ese momento, pero no, cómo ya he dicho no soy de mirar hacía otro lado y me pillé hasta las trancas. Y recuerdo los 2 momentos clave en los que supe que me había enamorado.
También los momentos clave en los que la había cagado. Soy muy así, de cal y arena.
Y de nuevo aquí estarían los prácticos, los de la vida simple, los de no complicarse, los de continuar con la vida y no mirar atrás porque sois muy expertos. Pues un pin pa' vosotros.
Con el primer golpe, me quedé un poco jodida sólo porque no me hablaban. Con los años, conseguí la tarjeta del perdón y vuelve a ser parte de mi vida, algo que me alegra muchísimo.
Con el segundo, maldije durante años, estudié temas en los que no creo sólo por acercarme a la psicología, al pensamiento, al perdón. Intente redimirme, y nunca tuve el valor de tratar el tema abiertamente cómo hablábamos antes, por temor, por vergüenza, poque para qué si la otra persona ni se acuerda y tiene una vida plena. Así que simplemente me lamí las heridas y acepté que a veces la sonrisa más bonita del mundo, la persona más especial y deslumbrante no siempre gana (una puede tener sus sombras y sus bajones, pero lo cortés no quita lo valiente, y yo valiente lo soy un rato).
En realidad a veces somos muy cobardes, y es más fácil quedarnos en lo conocido, en nuestro cascarón, aun con insatisfacción o indiferencia, sólo por miedo.
Después ha habido gente que me ha amado y que me ama, o decían hacerlo o lo hacen, quién sabe, tampoco me abrí ni me abro cómo para saberlo.
Viendo así por encima el rollo que estoy soltando da una pereza enorme pensar que alguien lo lea. Aunque en realidad no creo que nadie lo lea. Este espacio estuvo años cerrado, y nadie sabe que lo he vuelto a activar. Sirve de terapia para despejar esas "nieblas" de la cabeza. Soltar lastre, reflexionar sobre lo que no hablamos, lo que no nos atrevemos a compartir.
Las putas películas de Disney y los cuentos qué daño han hecho...
La climatología es algo fantástico, nos abriga, nos sacude, nos agobia y nos mece.
Y aquí, en mi ciudad, la niebla debido al río es densa, con mucho cuerpo y te hace sentir abrazado por ella.
Hoy he pensado que echo de menos la niebla. Los paseos entre ella, en soledad, sin que nadie te observe. Y todo ello me ha hecho divagar sobre la mejor amiga del mundo, la mejor novia, la dulce soledad.
Soy un ser bastante diferente, de forma inherente, me gustan cosas no convencionales. La niebla, los días nublados, la lluvia, el frío, la soledad...
Hoy hablaba con una amiga mientras viajábamos en coche, me preguntaba por mi vida (sobre todo por un aspecto concreto de mi vida) y, aunque he salido del paso magistralmente, me ha hecho pensar.
Y he llegado a casa. En mi soledad, dónde me planteo las cosas, dónde repaso mis actos y someto todo a juicio.
He abierto el pc, no tenía muy claro qué hacer, si ver una peli, si leer el periódico y fum! he decidido ver fotos de mi adolescencia.
Casi como guiado, he acabado cogiendo un disco duro, para ver fotos familiares antiguas escaneadas, joyas absolutas. Divagando, escudriñando cada gesto de cada persona, cada sonrisa, profundizando en sus miradas, en busca de su felicidad.
Tengo un gran defecto. Bueno, tengo miles, no nos engañemos. Pero uno muy marcado (aparte de mi tozudez, mi constante ironía, mi verborrea nerviosa, etc, etc, etc), me monto pelis sobre la vida de la gente. Me paso de rosca y llego al punto que siento como propios los avatares de los que identifico como "sufridores". Soy capaz de repasar vivencias propias o ajenas hasta el detalle mínimo, buscando respuestas (muy pocas, por no decir nunca, llegan), intentando comprender, darle sentido.
Soy una jueza de la vida. Sin que me llamen y sin que tenga por qué. Simplemente por un sentimiento interno que me quema, no soporto la injusticia. A veces he perdido los papeles por meterme donde se supone que no me llaman, o eso dicen. Tengo un sentimiento mayor que el miedo a que me pase algo a mi, el de ayudar a otra persona.
No soporto lo de mirar hacia otro lado. Esta sociedad egoísta, cruel, individualista, nos ha hecho que sólo nos preocupemos por nuestro círculo más pequeño, a veces sólo en nosotros mismos. Vaya puta mierda.
Este fin de semana salí con mi familia y me dejó fatal observar como un anciano se propasaba con una mujer que a mi juicio tenía alguna deficiencia psíquica. Y así fue. Y tal cómo se comprobó, procedí a meterme dónde no me llamaban para decirle al "caballero" que era una puta vergüenza, que me daba asco y que le estaría observando tooooda la noche. Elena, que así se llamaba la mujer, no comprendía la situación que yo estaba observando con total claridad.
Todos los veíamos, pero nadie hacía nada, nadie se acercó siquiera a preguntarle si estaba bien, si le estaba incomodando o si necesitaba ayuda. Esa es nuestra sociedad.
Tampoco soy un ángel, que también hay que dejarlo claro. He tenido años en los que gestionaba muy mal mis emociones y me superaban, dejándome arrastrar por sentimientos negativos y convirtiéndome en ocasiones en una persona tóxica.
Me costó mucho recuperar la esencia de nuevo, volver al sendero, y busqué aliviarme a través de las experiencias mundanas. No me sirvió de expiación (pero que me quiten lo bailao'), así que empecé a trabajar en mi. Hasta pasarme de nuevo de rosca, he de decir, y convertirme en un peñazo de persona.
¿Alguna vez habéis tenido lo que queríais de verdad? ¿Y no os daba tanto miedo perderlo que lo perdíais por gilipollas? A mi esto me pasó dos veces. No estoy hablando de algo sentimental ya que de hecho en un caso nada tiene que ver con esto, es algo que va más allá. Es algo puro, intenso, más allá de lo físico y material.
La primera vez era una capulla integral. La segunda una capulla integral atormentada.
Ahora soy una capulla igualmente, qué esperabais.
La primera vez nunca verbalicé una emoción. Todo era acción/reacción. Me sentía inferior a esta persona y era un regalo que me quisiese de esa forma tan pura. Con los años agradezco tener de nuevo este regalo en mi vida. De una forma más pausada, fluyendo, sin ninguna necesidad, sin tener que aparentar no ser la capulla que soy. Es una persona maravillosa que sigue tal y cómo éramos de adolescentes. No ha cambiado nada.
La segunda vez fue una mezcla entre un desastre y algo sobrenatural. Aunque claro, cada persona lo vive de una forma distinta, por lo que seguramente lo cataloguen como otra puta mierda pasajera y sin mayor trascendencia. Todo puede ser.
Esta vez la cagué aún más. Esta vez sí era sentimental. La primera vez que me enamoraba, y qué amor! Me superó y acabé convirtiéndome en todo lo que odio.
La gente guay, equilibrada, sana y chanchiguanchi de la vida, olvida lo malo, se queda con lo bueno y pasa página sin martirizarse. Pues que os jodan cabrones que yo no lo supe hacer.
No tengo palabras que puedan describir, siquiera esbozar mínimamente lo que sentía. Amaba totalmente su persona, creía que eso tenía que ser cosa de magia, del Universo, o qué sé yo, ya que era imposible que se pudiese vivir algo así, ese sentimiento no era humano, trascendía cualquier dimensión. Y que fuese recíproco, coincidir en tiempo y espacio, de la misma forma. Poder hablar de nuestros sentimientos con alguien a quién amaba así, sin vergüenza, de forma plena, sincera...indescriptible.
Cómo todo, tenía sus cosas que yo no quería ver, ya que siempre soy de no querer ver, y era un "fregao`" épico. Ya no mi cabeza, que también sería para tres libros aparte, sino el marrón que se veía venir. Que cualquiera hubiese visto y se hubiese pirado, siguiendo con sus fiestas, sus amigos y su vida como hasta ese momento, pero no, cómo ya he dicho no soy de mirar hacía otro lado y me pillé hasta las trancas. Y recuerdo los 2 momentos clave en los que supe que me había enamorado.
También los momentos clave en los que la había cagado. Soy muy así, de cal y arena.
Y de nuevo aquí estarían los prácticos, los de la vida simple, los de no complicarse, los de continuar con la vida y no mirar atrás porque sois muy expertos. Pues un pin pa' vosotros.
Con el primer golpe, me quedé un poco jodida sólo porque no me hablaban. Con los años, conseguí la tarjeta del perdón y vuelve a ser parte de mi vida, algo que me alegra muchísimo.
Con el segundo, maldije durante años, estudié temas en los que no creo sólo por acercarme a la psicología, al pensamiento, al perdón. Intente redimirme, y nunca tuve el valor de tratar el tema abiertamente cómo hablábamos antes, por temor, por vergüenza, poque para qué si la otra persona ni se acuerda y tiene una vida plena. Así que simplemente me lamí las heridas y acepté que a veces la sonrisa más bonita del mundo, la persona más especial y deslumbrante no siempre gana (una puede tener sus sombras y sus bajones, pero lo cortés no quita lo valiente, y yo valiente lo soy un rato).
En realidad a veces somos muy cobardes, y es más fácil quedarnos en lo conocido, en nuestro cascarón, aun con insatisfacción o indiferencia, sólo por miedo.
Después ha habido gente que me ha amado y que me ama, o decían hacerlo o lo hacen, quién sabe, tampoco me abrí ni me abro cómo para saberlo.
Viendo así por encima el rollo que estoy soltando da una pereza enorme pensar que alguien lo lea. Aunque en realidad no creo que nadie lo lea. Este espacio estuvo años cerrado, y nadie sabe que lo he vuelto a activar. Sirve de terapia para despejar esas "nieblas" de la cabeza. Soltar lastre, reflexionar sobre lo que no hablamos, lo que no nos atrevemos a compartir.
Las putas películas de Disney y los cuentos qué daño han hecho...
viernes, 19 de octubre de 2018
LLuvia de otoño
Adoro la lluvia. Adoro el otoño.
Cómo hoy ha sido un día complicado, podría seguir con un estado de ánimo igual de complicado, pero voy a cortar la dinámica.
Cuándo hoy volvía a casa desde el trabajo llovía, de forma suave, continua, con esa belleza curiosa y magnética que dan los días nublados, frescos. ¿Cuándo dejamos de fijarnos en estas pequeñas cosas? ¿Por qué lo hicimos? La belleza de las pequeñas cosas.
Adoro el otoño por ese contraste que comienza a emerger en el clima, en la flora, en las personas. Todo se transforma dejando paso a mi estación favorita: el invierno.
La gente odia el frío, y, por el contrario, a mi me hace tener una sensación fantástica, consigo ser plenamente consciente de la vida, de una forma presente, sin pasados, sin futuros.
Andar por la montaña, mientras la brisa te despeja la mente, mientras notas ese fresco en la cara, sin nada más...es bello.
Hilando a lo anterior, en algún momento dejamos de fijarnos en lo pequeño, en lo que aporta riqueza interior, plenitud, nos contaminamos, nos metimos de lleno en la "sociedad", siendo una oveja más de un rebaño que tiene de líderes al dinero y el poder. Aunque, ¿quién no quiere dinero ni poder?.
Los seres humanos somos muy complejos, a la par que muy simples. Creemos ser inteligentes, una especie superior, dotada de derechos innatos por encima de cualquier otra especie, dueña de la Tierra, explotadora de todos los recursos, en posesión de la verdad, previsibles, avaros, crueles, inconscientes, egoístas, falsos, hipócritas, carentes de valores.
También existen una especie diferente de personas, que son como faros. Sirven de guía, son luz en la tormenta, tienen una naturaleza noble, servicial, solidaria, altruista y...esa gente es un regalo.
Adoro a esos faros.
Tengo una naturaleza extraña. Los faros me ven y de repente me iluminan. Ellos no ven su luz, cosa normal ya que tú tampoco verías una luz que sale de ti para iluminar al resto. Pero yo la veo, la reflejo. Soy la Luna y ellos son el Sol.
Esos faros no son grandes construcciones, normalmente forman parte de una vida sin grandes emociones, sin ser los favoritos, los guays, sin excesos, sin tener muy claro qué pintan aquí, pasando desapercibidos. Y fum! los veo. Es magia.
¿Cuándo se perdió la magia? ¿Cuándo dejamos de soñar? ¿Por qué ya no hacemos lo que nos apetece? Vaya timo este sistema.
Vivo en un mundo de postureo, de grandes egos, de superficialidad, dónde a veces me cuesta mantener mi esencia, pero, curiosamente, siempre la mantengo.
Adoro a mi familia. Y no es una frase típica. No sólo mi familia de sangre, sino todos los que están conmigo porque quieren/porque quiero. No diría que soy una persona fácil, a veces soy muy muy cabezota, intransigente, prejuiciosa, tradicional, recta, la vida se ha encargado de aleccionarme cuántas veces me he creído más lista de lo que debía, y todas las veces me he levantado.
Adoro a los animales. Es lo más cercano al cielo que conoceré. Con ellos soy yo, sin cargas, sin nada más. Lo supe desde pequeña. Iban a ser parte de mi. En mi casa no teníamos grandes cosas, pero siempre teníamos animales. Hámsters, gatos, perros, pájaros...de todo. Aprendí a respetarlos, a darles su espacio, a comprenderlos.
Últimamente estoy reduciendo mi ingesta de carne con el fin de convertir mi dieta en vegetariana. Cada día llevo peor pensar que están matando animales para que coma, que son producidos sólo para comer, con un nivel de sobrexplotación insostenible. La teoría la tengo muy clara, pero la práctica me está costando.
Acabaré con una serie de cosas que también adoro, ya que llevaba tantos años sin escribir, que se me hace hasta raro y no sé si volveré a hacerlo, borraré la entrada en una semana o si me engancho a escupir aquí mis divagaciones que sirven de terapia.
Adoro la música, a las mentes brillantes, las montañas, los ríos, a los animales, a mi familia, a mis amigos, adoro conducir sola dejando la mente libre, mi cama, dormir (pero sólo duermo 5/6 horas diarias), adoro a la gente buena, la bondad, la solidaridad, la paciencia, el amor, el cariño.
Adoro que me iluminen.
Cómo hoy ha sido un día complicado, podría seguir con un estado de ánimo igual de complicado, pero voy a cortar la dinámica.
Cuándo hoy volvía a casa desde el trabajo llovía, de forma suave, continua, con esa belleza curiosa y magnética que dan los días nublados, frescos. ¿Cuándo dejamos de fijarnos en estas pequeñas cosas? ¿Por qué lo hicimos? La belleza de las pequeñas cosas.
Adoro el otoño por ese contraste que comienza a emerger en el clima, en la flora, en las personas. Todo se transforma dejando paso a mi estación favorita: el invierno.
La gente odia el frío, y, por el contrario, a mi me hace tener una sensación fantástica, consigo ser plenamente consciente de la vida, de una forma presente, sin pasados, sin futuros.
Andar por la montaña, mientras la brisa te despeja la mente, mientras notas ese fresco en la cara, sin nada más...es bello.
Hilando a lo anterior, en algún momento dejamos de fijarnos en lo pequeño, en lo que aporta riqueza interior, plenitud, nos contaminamos, nos metimos de lleno en la "sociedad", siendo una oveja más de un rebaño que tiene de líderes al dinero y el poder. Aunque, ¿quién no quiere dinero ni poder?.
Los seres humanos somos muy complejos, a la par que muy simples. Creemos ser inteligentes, una especie superior, dotada de derechos innatos por encima de cualquier otra especie, dueña de la Tierra, explotadora de todos los recursos, en posesión de la verdad, previsibles, avaros, crueles, inconscientes, egoístas, falsos, hipócritas, carentes de valores.
También existen una especie diferente de personas, que son como faros. Sirven de guía, son luz en la tormenta, tienen una naturaleza noble, servicial, solidaria, altruista y...esa gente es un regalo.
Adoro a esos faros.
Tengo una naturaleza extraña. Los faros me ven y de repente me iluminan. Ellos no ven su luz, cosa normal ya que tú tampoco verías una luz que sale de ti para iluminar al resto. Pero yo la veo, la reflejo. Soy la Luna y ellos son el Sol.
Esos faros no son grandes construcciones, normalmente forman parte de una vida sin grandes emociones, sin ser los favoritos, los guays, sin excesos, sin tener muy claro qué pintan aquí, pasando desapercibidos. Y fum! los veo. Es magia.
¿Cuándo se perdió la magia? ¿Cuándo dejamos de soñar? ¿Por qué ya no hacemos lo que nos apetece? Vaya timo este sistema.
Vivo en un mundo de postureo, de grandes egos, de superficialidad, dónde a veces me cuesta mantener mi esencia, pero, curiosamente, siempre la mantengo.
Adoro a mi familia. Y no es una frase típica. No sólo mi familia de sangre, sino todos los que están conmigo porque quieren/porque quiero. No diría que soy una persona fácil, a veces soy muy muy cabezota, intransigente, prejuiciosa, tradicional, recta, la vida se ha encargado de aleccionarme cuántas veces me he creído más lista de lo que debía, y todas las veces me he levantado.
Adoro a los animales. Es lo más cercano al cielo que conoceré. Con ellos soy yo, sin cargas, sin nada más. Lo supe desde pequeña. Iban a ser parte de mi. En mi casa no teníamos grandes cosas, pero siempre teníamos animales. Hámsters, gatos, perros, pájaros...de todo. Aprendí a respetarlos, a darles su espacio, a comprenderlos.
Últimamente estoy reduciendo mi ingesta de carne con el fin de convertir mi dieta en vegetariana. Cada día llevo peor pensar que están matando animales para que coma, que son producidos sólo para comer, con un nivel de sobrexplotación insostenible. La teoría la tengo muy clara, pero la práctica me está costando.
Acabaré con una serie de cosas que también adoro, ya que llevaba tantos años sin escribir, que se me hace hasta raro y no sé si volveré a hacerlo, borraré la entrada en una semana o si me engancho a escupir aquí mis divagaciones que sirven de terapia.
Adoro la música, a las mentes brillantes, las montañas, los ríos, a los animales, a mi familia, a mis amigos, adoro conducir sola dejando la mente libre, mi cama, dormir (pero sólo duermo 5/6 horas diarias), adoro a la gente buena, la bondad, la solidaridad, la paciencia, el amor, el cariño.
Adoro que me iluminen.
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BLESSED
O lo que es lo mismo, bendecida. Y es que a veces, aunque soy tendente al pesimismo, no puedo más que dar las gracias por lo que tengo. No...
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